Invito al lector a revisar el método llamado "algebra moral" que propusiera Benjamin Franklin(1) y una respuesta que hemos elaborado para precisar la importancia del debate real.
Londres 19 de setiembre de 1772
Estimado señor:
Con respecto a la cuestión tan importante para usted, sobre la cual ha pedido mi consejo, lamento, por falta de premisas suficientes, no poder aconsejarle lo que debe decidir, pero si lo desea puedo indicarle de qué forma puede llegar a una decisión.
Cuando se plantean estos casos difíciles, la dificultad consiste, principalmente, en que en el momento en que los estamos considerando no tenemos presentes en nuestra mente al mismo tiempo todos los motivos a favor y en contra; a veces me viene a la cabeza un grupo y otras veces nos viene otro, que nos hace olvidarnos del primeo.
Por lo tanto, las distintas finalidades o inclinaciones dominan de manera alternativa, y nos invade la in certidumbre. Para superar esta dificultad, mi sistema consiste en trazar una línea por la mitad de una hoja de papel y dividirla en dos columnas; en una, escribo A favor, y en otra escribo En contra.
A continuación, a lo largo de tres o cuatro días de consideración, anoto bajo la columna correspondiente breves indicaciones de los diferentes motivos, que se me ocurren en distintos momentos, a favor o en contra de la medida. Cuando los tengo todos a la vista, procuro calcular su peso relativo; cuando descubro dos, uno en cada columna, que parecen iguales, los tacho.
Cuando encuentro un motivo a favor equivalente a dos motivos en contra, tacho los tres. Si considero que dos motivos en contra son equivalentes a tres determinados motivos a favor, tacho los cinco. De este modo, al final encuentro el punto de equilibrio; y en caso de que, tras un día o dos de consideración, no se me ocurra nada nuevo de importancia para alguna de las columnas, tomo mi determinación en consecuencia.
Además, aunque el peso de los motivos no se puede determinar de manera algebraica, cuando se considera cada uno de ellos de manera separada y comparativa, y se tiene a la vista el conjunto, creo que se puede valorar mejor y es menos probable que se adopte una medida imprudente; de hecho, he encontrado grandes ventajas en este tipo de ecuación, en lo que se podría denominar álgebra moral o prudencial.
Deseando sinceramente que llegue a la mejor determinación posible, estimado amigo, le envió un afectuoso saludo.
B. Franklin.
Lima, Marzo del 2005 Apreciado Señor.
Me he tomado el atrevimiento de leer su carta y elaborar una respuesta donde pongo a consideración algunas observaciones a su útil método. Se que usted es dueño de una capacidad de análisis e ingenio que pocos tienen y, mucho mejor, de un refinado sentido del humor que nunca le ha permitido conformarse con poco, por lo que confió en su disposición para tolerar la exposición de todo punto de vista.
Cuando se intentó reducir la toma de decisiones a operaciones matemáticas, muchos rechazaron por completo los procedimientos basados en el debate (retórica y dialéctica), por considerar que fomentaban la incertidumbre. Pero hubo quienes trataron de formalizar y crear un álgebra del debate, o al menos hubo uno: Leibniz, pero fracasó y su método se encuentra en esa línea, con mejor suerte, pues no se ha comprometido con los intrincados formalismos del álgebra.
A comienzos del siglo XXI, creo que es posible afirmar que el debate real no puede ser sustituido por el debate mental, aunque este sea importante. Por ejemplo, supongamos que usted luego de tomar su decisión desea revisar en la práctica la efectividad de su tabla y compromete a dos amigos con capacidad de argumentar adecuadamente para que uno defienda la columna A favor y otro la columna En contra. Si ambos se involucran honestamente en la defensa de la posición adoptada podríamos esperar que aporten nuevos elementos de juicio. El resultado, impredecible por cierto, puede ser que se deba replantear la conclusión inicial, tomada de manera solitaria o que se confirme. Sobre este supuesto, lo que si puedo predecir, es que como resultado de este examen se comprenderá mejor la tesis descartada y tal vez merezca mejor tratamiento y sepamos en que contexto podríamos aceptarla.
En un debate el resultado necesariamente no es la derrota absoluta ni la victoria definitiva, pues la discusión se puede reanudar en nuevas circunstancias. Lamentablemente muchas veces debemos tomar decisiones que provocaran efectos irreversibles, pero eso no significa que la decisión no sea revisable nuevamente en casos semejantes.
Agradeciendo su gentil atención, me despido usted deseando que nunca se borre la memoria de su gran obra.
J. Ureta
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